Casa Poli - Pezo von Ellrichshausen Architects
La obra está ubicada en la PenÃnsula de Coliumo (a 550 km al sur de Santiago), un sector rural apenas poblado por campesinos, pescadores artesanales y un tÃmido turismo estival. Esta situación apartada condicionó nuestra operación de dos maneras. Por un lado, debÃamos trabajar con una tecnologÃa arcaica y una mano de obra local carente de especialización. Por otro lado, tenÃamos que intervenir un paisaje idÃlico, cuya abrumadora perfección tarde o temprano serÃa perturbada.
Siempre es difÃcil resistir la tentación de alcanzar el borde, de sentir la caÃda, estando frente a un acantilado. Hay una sensación de vértigo un poco morbosa. Pero, en este caso, la resistencia del suelo nos obligó a confinar la operación en una pequeña pieza retirada del borde: una figura compacta que dejamos sin escala ni referencias que suavizaran su dureza.
A su vez, dividimos el suelo interior en tres plataformas que se adaptan a la topografÃa natural. La triple altura de la plataforma más baja, orientada al noroeste, pretende contener la dimensión aérea del lugar; con toda su impresión de desprendimiento y gravedad.
Sumamos estas primeras operaciones a una organización programática que debÃa alternar una casa de vacaciones con un centro cultural; con actividades de reunión, trabajo y galerÃa de arte. Esto establecÃa una vocación contradictoria: el interior debÃa mediar entre una dimensión muy pública y otra más Ãntima e informal. Es decir, debÃa ser medio monumental y medio doméstico, sin que una calidad le pesara a la otra.
Por lo tanto, decidimos no nombrar los recintos por sus funciones y más bien dejarlos sin nombre y sin función, como meras salas más o menos interconectadas, para luego llevar todo el programa de servicio hacia el perÃmetro, hacia un muro exageradamente grueso (un espesor habitable) que actuarÃa como fuelle. Dentro de esta masa vaciada quedan la cocina, las circulaciones verticales, los baños, armarios y una serie de balcones interiores (que protegen las ventanas del sol y de la lluvia, hacia el norte y el oeste). Eventualmente, todos los muebles y objetos domésticos podrÃan guardarse dentro de este perÃmetro, liberando el espacio para múltiples actividades.
Además de esta organización programática debimos considerar la necesidad de muros de soporte para montar exposiciones. Esto evitó la obviedad de hacer una gran vista al mar y, en cambio, nos dio la medida para conciliar una serie de diferentes cuadros de paisaje con una cantidad variable de situaciones interiores.
Toda la obra se hizo con concreto artesanal (una masa que se arruinará naturalmente) con moldajes de madera sin tratar. Su construcción se realizó (con una pequeña betonera y cuatro carretillas) en estratos horizontales que hacÃan coincidir los niveles de vaciado de la mezcla con la medida de un panel de media tabla. Una vez terminada la obra gruesa, reutilizamos toda la madera maltratada de los moldajes para revestir los muros interiores y para hacer unos paneles correderos que, alternativamente, servirÃan tanto para cubrir el programa perimetral de servicio como para proteger las ventanas cada vez que la casa se abandone.
Siempre es difÃcil resistir la tentación de alcanzar el borde, de sentir la caÃda, estando frente a un acantilado. Hay una sensación de vértigo un poco morbosa. Pero, en este caso, la resistencia del suelo nos obligó a confinar la operación en una pequeña pieza retirada del borde: una figura compacta que dejamos sin escala ni referencias que suavizaran su dureza.
Una vez establecida la posición del volumen, fue necesario elevar el suelo hasta recuperar al menos dos cosas: la sensación de un podio natural rodeado de nada y esa lectura morbosa y en primer plano del pie del acantilado, donde revienta el mar contra las rocas.
A su vez, dividimos el suelo interior en tres plataformas que se adaptan a la topografÃa natural. La triple altura de la plataforma más baja, orientada al noroeste, pretende contener la dimensión aérea del lugar; con toda su impresión de desprendimiento y gravedad.
Sumamos estas primeras operaciones a una organización programática que debÃa alternar una casa de vacaciones con un centro cultural; con actividades de reunión, trabajo y galerÃa de arte. Esto establecÃa una vocación contradictoria: el interior debÃa mediar entre una dimensión muy pública y otra más Ãntima e informal. Es decir, debÃa ser medio monumental y medio doméstico, sin que una calidad le pesara a la otra.
Por lo tanto, decidimos no nombrar los recintos por sus funciones y más bien dejarlos sin nombre y sin función, como meras salas más o menos interconectadas, para luego llevar todo el programa de servicio hacia el perÃmetro, hacia un muro exageradamente grueso (un espesor habitable) que actuarÃa como fuelle. Dentro de esta masa vaciada quedan la cocina, las circulaciones verticales, los baños, armarios y una serie de balcones interiores (que protegen las ventanas del sol y de la lluvia, hacia el norte y el oeste). Eventualmente, todos los muebles y objetos domésticos podrÃan guardarse dentro de este perÃmetro, liberando el espacio para múltiples actividades.
Además de esta organización programática debimos considerar la necesidad de muros de soporte para montar exposiciones. Esto evitó la obviedad de hacer una gran vista al mar y, en cambio, nos dio la medida para conciliar una serie de diferentes cuadros de paisaje con una cantidad variable de situaciones interiores.
Toda la obra se hizo con concreto artesanal (una masa que se arruinará naturalmente) con moldajes de madera sin tratar. Su construcción se realizó (con una pequeña betonera y cuatro carretillas) en estratos horizontales que hacÃan coincidir los niveles de vaciado de la mezcla con la medida de un panel de media tabla. Una vez terminada la obra gruesa, reutilizamos toda la madera maltratada de los moldajes para revestir los muros interiores y para hacer unos paneles correderos que, alternativamente, servirÃan tanto para cubrir el programa perimetral de servicio como para proteger las ventanas cada vez que la casa se abandone.
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