Casa Ramos - Daniel Carratalá
La casa se emplaza en territorio austero y seco, en un terreno colonizado por el raspeig.
Pensamos en dos cuerpos posados en el suelo, uno sería las habitaciones, y el otro, una pieza de hormigón que penetraría en la ladera y albergaría la piscina.
Para hacer habitable la terraza que se crea en la parte superior de esos dos cuerpos maclados, creamos un pliegue de distintas pieles sustentadas por una estructura acero que nos proporcionaría las zonas de día que queríamos en la vivienda.
Creemos en la terraza como arquetipo, como forma de vida mediterránea de instalación a la intemperie en tiempo benigno, al que le acompaña un fuerte componente de artificialidad como en el penthouse o el belbedere, esa terraza tenía que ser el espacio más amplio de la casa, para poder acoger visitas, fiestas o actividades cotidianas como comer, tomar el sol o bañarse.
Para poder satisfacer lo más adecuadamente todas esas actividades, apostamos por crear un espacio diverso con un solo gesto de la envolvente que nos permitiría resguardarnos de la lluvia, el soleamiento, las miradas de los vecinos, el viento y el frío (si consideramos el salón como apéndice de la terraza y no al contrario).
Accedemos a la casa a nivel del terreno donde se encuentran las habitaciones cerradas y conclusas, como la bodega de un barco con iluminación a través de vidrios traslúcidos e indirectos por el hueco de la escalera.
La envolvente, formada por paredes y techo, roba el aire del exterior para incorporarlo al interior del salón ganando amplitud y localizando cocina y aseo para dar servicio a todo ese nivel.
Combinamos dos estructuras, una pesada y de hormigón en el nivel del terreno y otra aérea y ligera en el nivel de la terraza que se remata con un frente formado por bandas longitudinales de tablero de resina en color rojo carmín, esta careta filtra la luz dibujando en el suelo ventanas de luz en la sombra.
Pensamos en dos cuerpos posados en el suelo, uno sería las habitaciones, y el otro, una pieza de hormigón que penetraría en la ladera y albergaría la piscina.
Para hacer habitable la terraza que se crea en la parte superior de esos dos cuerpos maclados, creamos un pliegue de distintas pieles sustentadas por una estructura acero que nos proporcionaría las zonas de día que queríamos en la vivienda.
Creemos en la terraza como arquetipo, como forma de vida mediterránea de instalación a la intemperie en tiempo benigno, al que le acompaña un fuerte componente de artificialidad como en el penthouse o el belbedere, esa terraza tenía que ser el espacio más amplio de la casa, para poder acoger visitas, fiestas o actividades cotidianas como comer, tomar el sol o bañarse.
Para poder satisfacer lo más adecuadamente todas esas actividades, apostamos por crear un espacio diverso con un solo gesto de la envolvente que nos permitiría resguardarnos de la lluvia, el soleamiento, las miradas de los vecinos, el viento y el frío (si consideramos el salón como apéndice de la terraza y no al contrario).
Accedemos a la casa a nivel del terreno donde se encuentran las habitaciones cerradas y conclusas, como la bodega de un barco con iluminación a través de vidrios traslúcidos e indirectos por el hueco de la escalera.
Usamos el vaso de la piscina como un paisaje más en la parte inferior a través de una ventana en la bañera de la suite, y como lámina que refresca el espacio en la parte superior, actuando como lámpara tanto en la terraza como en la habitación. La planta superior es una planta libre que se abre al paisaje.
La envolvente, formada por paredes y techo, roba el aire del exterior para incorporarlo al interior del salón ganando amplitud y localizando cocina y aseo para dar servicio a todo ese nivel.
Combinamos dos estructuras, una pesada y de hormigón en el nivel del terreno y otra aérea y ligera en el nivel de la terraza que se remata con un frente formado por bandas longitudinales de tablero de resina en color rojo carmín, esta careta filtra la luz dibujando en el suelo ventanas de luz en la sombra.
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