Can Joan Jaume - TEd’A arquitectes

Cuando uno pasea por este barrio, se da cuenta de la opacidad de las casas construidas en el lugar. Son de piedra, con una sensación rocosa, son construcciones duras, opacas, cerradas a la calle. Paredes ásperas, salpicadas de pequeñas aberturas. Paredes casi infranqueables. De esta lectura temprana, se desprende la primera parte del proyecto: el mantenimiento de la opacidad hacia la calle de esta nueva edificación.

Las maravillosas vistas que tiene el terreno hacia el oeste, ha sido otro punto de partida para este proyecto. Ciertos lugares de interés y puntos de vista que no se pueden perder. Es sitio como una torre de vigilancia, desde donde la vista se puede alargar más allá del horizonte. Así, la estrategia es: la casa no quiere mirar hacia la calle, quiere mirar hacia el paisaje.

El edificio se caracteriza como un marco, como una concha, y se describe como una caja de hormigón, con un lado totalmente abierto, pero con ciertas piezas verticales de arenisca para proteger la fachada del sol. Hacia la calle estas aberturas serán más escasas, y hacia los lugares de interés no habrá obstáculos. Por lo que se presenta como un simple, opaco, fuerte y geométrico volumen claro.

En contraste con la sencillez exterior, el interior se vuelve complejo, desplegado, luminoso, abierto y claro. La estructura, como sucede en los palacios de Mallorca – copias de los antiguos palacios de los mercanttes de Florencia-, es dominada por un patio central, de proyección cuadrada. Este patio se abre hacia el cielo y hacia las vistas externas.

La casa gira en torno a este patio y en él. Este patio está esculpido en el volumen ciego que describimos al principio. Se trata de un patio salpicado de luz. Nos encontramos con jardines colgantes. Un gran porche acompaña nuestra llegada. El interior está esculpido. Las entradas de luz natural son determinadas. Las diversas visiones se multiplican. El espacio se extiende hasta los 9 metros de altura total. Inesperadas entradas de luz. Visiones en diagonal. El espacio le entrega a la totalidad de la casa un carácter – de fantasía-, imaginario, algo inesperado que aparece como de sorpresa.